

El Síndrome del Letargo
Por: L. F. Nikho
Personajes:
El hombre de la sombrilla
Una mujer
Un artista
Una proletaria
Obrero
Una mujer de luto
Unos obreros
El hombre del tambor
Único acto
Cuadro Primero
(El escenario está representado por una parada de autobús; hay un letrero de PARE y una silla de espera en el centro. Al lado derecho de la silla hay un hombre de pie, con un abrigo negro raido y un paraguas abierto sin cubierta. Se escuchan carros al fondo).
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: (Mira su reloj y luego hacia los lados con mucha pausa): Como siempre. El bendito retraso. Como siempre. Pero así es esta sociedad, para el hombre pobre no existe más que la espera; la maldita espera y el maldito tiempo que debe ser racionalizado como el mendrugo de pan que se gana en las fábricas el obrero, o si bien lo mismo el que va de cantina en cantina, con su chaza de madera vendiendo dulces y cigarrillos al cliente de las putas que le ponen el culo en las rodillas negociando una faena barata. (Pausa larga. Nuevamente mira el reloj y a los lados). Sin embargo, ¿qué me gano con perder la paciencia? Estaré irritado por algún momento, pero al fin y al cabo esto pasará. Hay cosas que ameritan una mayor preocupación y de todas formas son ignoradas. ¡Ufff!, esperar es muy desesperante. ¿Pero vale la pena? Creo que a veces sí y a veces no, depende de la necesidad de quien espera y de lo que espera. Y por aquí ni siquiera se ve un alma, tan sólo un peatón que alimente la vista y dé de comer al morboso placer del chisme, que en las tardes de ocio sagradamente se sienta en las lenguas viperinas de algunas mujeres que se hacen en los andenes de las esquinas de los barrios más pobres. Si en lugar de perder el tiempo comiendo prójimo, se dedicaran a saber dónde están paradas y por qué, quizás harían algo bueno por la sociedad a la que pertenecen. Quizá sus hijos no serían deprimidos asustados, o traumáticos tan enfermos, como ellas mismas del síndrome del letargo. (Otra vez mira su reloj y hacia los lados, ríe entre dientes). Cualquiera que de repente me viera hablar diría: ¡pobre huevón tan bobo! Pero qué importa si les conozco o no, si me conocen o no. De todas maneras, todos tenemos una historia que balbuceamos de vez en cuando así sea para hablar mierda.
(Ahora entra una mujer vestida con sencillez, se sienta en la silla y enciende un cigarrillo. El hombre de la sombrilla no se inmuta; la mujer se muestra impaciente y se come las uñas).
-MUJER (Mirando al hombre): Perdón caballero (El hombre la mira con indiferencia). ¿Será usted tan amable de informarme la hora?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Con mucha displicencia y levantando una ceja, muy pausado): En este reloj, exactamente… son las seis horas, con quince minutos y treinta y dos segundos…
-MUJER: Muchas gracias señor. (El Hombre de la Sombrilla no responde. Silencio un instante). ¿Y lleva mucho tiempo esperando?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Demasiado.
-MUJER: A veces esperar tanto hace perder el control, ¿verdad?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: yo creo que eso depende de la situación, de la circunstancia más bien… que nos lleva a esperar.
-MUJER: Desde luego que sí, por eso le digo que a veces.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Y por eso yo le complemento… le afirmo. Hay cosas, que esperarlas, exasperan el ánimo del más paciente; pero hay otras que aunque impliquen un gran sacrificio, al final de la misma espera se obtendrá la recompensa deseada.
-MUJER: es cierto, pero hay que ir dando pasos para avanzar.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Es un concepto lógico y simple. (El hombre de la sombrilla se sienta a un lado de la mujer. Habla como pensativo). Hay que ir dando pasos para avanzar. Hay que aprender para luchar, hay que avanzar para ganar… hay que luchar para dar los pasos.
-MUJER: ¿Y a qué se debe esa reflexión?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: antes de que usted llegara aquí yo ya llevaba un tiempo esperando y en un soliloquio de pensamiento en voz alta, reflexionaba a cerca de la espera, aunque en realidad, no llegué a ninguna conclusión.
-MUJER: Pero eso es razonable. Yo misma, cuando resulto hablando sola, me encuentro deambulando, buscando puntos de vista y cualquier distracción me hace perder el hilo de lo pensado y no llego a tener conclusiones. ¿Y cuáles eran sus reflexiones acerca de la espera?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Es bastante confuso; me limitaba a la gente pobre, de quienes el esperar es ya un aditamento forzado de su vida rutinaria. El hombre pobre espera por obligación, tanto así, que lo entiende por devoción. Está acostumbrado a que el esperar le haga callo en las nalgas o en las plantas de los pies; que esa espera se la hayan acomodado en su cerebro y se conforme ante lo que no debe conformarse.
-MUJER (Reflexiva): Sabemos que no podemos callar… pero callamos.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Sabemos que respiramos un aire tóxico, corrupto y opresor y esperamos que los causantes, o sea, los de la sociedad opresora hagan algo, cuando nunca lo harán.
-MUJER: Creo que estamos de acuerdo.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Hasta en eso esperamos: estamos de acuerdo pero no hacemos algo.
-MUJER (Sacando un paquete de cigarros): ¿Quiere un cigarro?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: No, gracias, no me gusta fumar. Tras de producir mal aliento, pone los dientes amarillos, como si eso fuera poco, produce cáncer mientras los grandes industriales se revientan de la risa amasando sus ganancias; realmente es un vicio bastante tonto.
-MUJER: No se mide usted para herir susceptibilidades.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Es una cuestión de inconformidad. Partamos de este punto, según entendemos, el mundo se divide en clases sociales siendo las más importantes: la clases social de los obreros (mirando al público), o proletarios, y la clase social de los más ricos (mirando al público) o burgueses explotadores. Yo le pregunto: ¿Quiénes son los que producen los cigarros?
-LA MUJER: Es lógico que el hombre, el ser humano los produce.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Parándose de la silla y yendo hasta el público): Se equivoca, eso es lo que pretenden mostrarnos. Generalizan un problema como si fuese cuestión de cada individuo o como usted dice: del ser humano y así, comercializan la idea, venden la idea. Inventan las grandes campañas para hacer conciencia en los humanos como si de cada uno de nosotros fuera la culpa de la gran contaminación, de esos dizques agujeros en la capa de ozono, de la extinción de animales, de los ríos secos y de todos los problemas imaginables.
-MUJER: De todas formas es una cuestión del hombre.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Volviendo a la silla): No, es una cuestión del sistema que domina… es una cuestión del ser social… y hablo del ser social burgués como causante directo de la problemática que ellos mismos plantean enmascarando su culpabilidad. Porque el ser social proletario simplemente es un subordinado que está obligado a producir en condiciones de explotación, para poder subsistir. Por eso, quienes producen los cigarros (exaltado levanta los brazos para enfatizar) desde luego que son los obreros, pero ellos no son los dueños de las fábricas de producción, ni de la maquinaria empleada, ni de la materia prima, ni de los terrenos.
-MUJER: Sí, pero de todas formas influye indirectamente.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Pero esa influencia es obligada.
-MUJER: ¿Y quién le pone al obrero un puñal en el cuello para que fabrique los cigarros? Nadie lo obliga a trabajar en las tabacaleras, o en la fábrica automotriz, o en la de licores, o en las textilerías…
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Es cierto, nadie en sí tal vez lo obligue, pero algo sí lo obliga: el hambre, la salud, la necesidad de un techo, la necesidad de un estudio, es decir, necesita suplir su existencia. ¿O quién le garantiza todo eso sin tener que ir a producir lo que envenena a otros y así mismo? Por lo menos, un sistema capitalista donde el hombre es oprimido por el hombre, no lo garantiza. Por eso cuando usted decía que hay que ir dando pasos para avanzar, yo le respondí que eso era un concepto lógico y simple. De todas formas hay que empezar a caminar… no simplemente decirlo.
-MUJER (Yendo al público): A lo que usted se refiere es que los obreros, los proletarios deben tomar conciencia de su medio, para luego hacer de su espera algo concreto y definitivo?
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Algo más o menos parecido. Mire usted: en Rusia, la clase obrera no aguantó más la opresión del zar; por fin las circunstancias sociales de miseria y explotación les hicieron abrir los ojos, afortunadamente contaron con el liderazgo de Lenin y así pudieron triunfar en la revolución. Lo mismo sucedió con el pueblo chino, esta vez al comando del líder revolucionario Mao Tse Tung. ¿Y qué lograron? Dar un paso muy importante dentro de la lucha de clases sociales… avanzaron.
-MUJER (Acercándose al público, sarcásticamente): Pero luego la revolución en estos países fracasa (con énfasis), se derrumba el socialismo y ante el mundo, es mostrado el régimen como una cosa mala, decapitan las cabezas importantes que luchan en pro de una sociedad justa y las exhiben como enemigos públicos. Si bien conocemos históricamente de esos personajes, así mismo eso que conocemos es muy limitado, lo cercena, lo manipulan y lo arreglan para que no cause daños a la estructura burguesa. De modo que en lugar de avanzar (ahora mira al Hombre de la Sombrilla), se ha desandado el camino.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Hacia el público): En cambio yo sostengo que a raíz de estas revoluciones se ha dado un paso muy importante, porque esos fracasos (mirando a la mujer), como usted los llama, tienen algo más de fondo que lo que simplemente creemos o se nos ha enseñado. Habrá que tener en cuenta (De nuevo hacia el público) que los errores del pasado nos servirán en el futuro y así los pasos serán mucho más seguros.
-MUJER (Ubicándose en el lado del letrero de PARE): Es interesante que a través de una espera, sentados en la parada de un autobús, dos extraños se dediquen a matar el tiempo hablando de estos asuntos.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Sentándose en la silla): Sí, es muy interesante además, es algo que quién creyera, resulta productivo, aunque no llegue todavía lo que estamos esperando. (Esto último lo dice mirando al público y pausadamente, con énfasis).
(Ahora hay un silencio más o menos prolongado).
-MUJER: Yo tengo un amigo que es artista (Sonríe).
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: ¿Artista?, ¿qué tipo de artista?
-MUJER: En realidad el tipo es un artesano, a veces es actor de teatro y de vez en cuanto poeta. Es algo gracioso pero me hace pensar muchas cosas; dice que la gente sería diferente si cuando señalan a los demás pudieran irse a la punta de su dedo y estar en el lugar de quien señalan.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Curiosa teoría la de su amigo, lo que me hace volver a nuestra conversación. Le aseguro que ni él mismo se coloca en el extremo de su dedo cuando señala. El problema con nosotros los oprimidos es nuestro único punto de vista, no profundizamos en cosas que suceden y terminamos siendo conformistas.
-MUJER: Es como una enfermedad.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Sí, es como una enfermedad. Es la cruel e irónica enfermedad llamada el síndrome del letargo, cuyo remedio y antídoto debe prepararse desde la conciencia social. (Silencio). Y cuénteme: ¿Su amigo el artesano de qué lado está?
-MUJER: Perdone pero no sé a qué se refiere con eso de qué lado está.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA: Lo que quiero decir es que si el arte de su amigo es para los proletarios o para los burgueses.
-MUJER: En realidad no sé, creo que solamente sirve para entretener, sirve para la vista y cosas parecidas.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Acercándose a la mujer, le pone una mano en el hombro): El problema de los artistas oprimidos, es que no se sienten oprimidos y se han comido el cuento de una idea plástica del arte; muchos viven para la farándula y hasta se contaminan de las visiones arribistas pequeñoburguesas. (Acercándose al público, muy expresivo con las manos y agrandando los significantes). Uno los puede ver con su acrecentada figura debatiéndose entre las lágrimas y las risas con una indiferencia vanidosa sintiéndose ajenos de la realidad y lo que es peor, llevando a través de su arte, o de su forma de hacer arte, el ya famoso síndrome del letargo que su público engañado, luego agradecerá.
-MUJER: Pero el arte debe de ser libre.
-EL HOMBRE DE LA SOMBRILLA (Con mucho énfasis): Más bien debe buscar la libertad. Que tome conciencia, que asuma su palabra para indicar el camino; que recorra el mundo sembrando semillas y despoje la desnudez proponiendo abrigo. Que diga cómo tumbar los muros que hay después de la mirada; que proponga, no que venda sueños con los qué compadecerse. Que sea capaz de entender la realidad que lo oprime para poderla rechazar mediante su arte.
-MUJER (Yendo hacia el público, muy exaltada): Que despierte del síndrome del letargo para enaltecer al pobre. Que encuentre la razón de los obreros para que ellos también la encuentren.
CUADRO SEGUNDO
(Entra EL ARTISTA con una guitarra, una máscara que significa tristeza. El Hombre de la Sombrilla y la Mujer se hacen en los extremos de la silla, de espaldas al público agachando la cabeza).
-EL ARTISTA (Quitándose la máscara, habla con mucha fuerza): Que nos quitemos la máscara hipócrita con la que buscamos la prostituta fama. Que al desgarrar la noche desde la luz del día no nos ceguemos cultivado las desgracias. Que del pan nacido de la mano campesina comamos todos aunque falte el trigo. Que vencer y sólo vencer, en el lienzo fresco el pincel trace; que en la voz del cantante se escuche la voz del pueblo, que el artista diga con su fuerza y su talento lo que los corazones desdichados callan.
*En Edición