Poesía Social Parte VII
A Un Viejo Poeta Del Olvido
El último suspiro de su aliento recoge hoy las madrugadas en silencio,
como una remembranza que le ahoga el pecho
como un decir austero que le amarga la herida de su boca.
Sus poemas son olvido porque nadie los recuerda,
su tristeza es la única verdad que lo soporta;
sus noches se tiñen de azul bruñido y hielo
y sus amaneceres son auroras cargadas de desvelo.
Lo mitológico y lo extraño no le hacen mella adentro
ha vivido por cien hombres y envejecido por mil años;
la coraza corrugada de su piel comprime sus costados
y ajada, mustia y reprimida se cuelga de su cuerpo por azares de la vida.
Pero el tiempo escribe en su memoria razones incontables
que luego él escribirá en memorias razonables,
su desdicha es morir en lo que escribe sin que pueda darse cuenta
su virtud es la fuerza que imprime en su conciencia;
de crepúsculos ardientes, de ocasos y de negras noches,
de tardes lluviosas aguantadas en honda soledad,
de mañanas trepidantes cuajadas por el frío
de historias incontables del lecho placentero y clandestino,
la margen de sus manos arranca inspiración
para depositar sobre las hojas tintas leves que van más allá del corazón.
Cuando escribe, y cada una de sus letras forman las palabras,
es como si pariera llantos y sufriera ausencias, que luego redime a puño limpio
y lengua seca…
El bosquejo de la idea que fluctuante deambula en su cabeza
a la orilla del siniestro fatal de la agonía,
se cierne como cuervo de ala negra, se expande cual mortaja de la espera.
Y el fruto concebido ¡al fin! de la quimera,
se vuelve siempre cierto a razón de la inconsciencia;
pues escribir es enfrentarse al miedo oculto y gritar sin voz lo que es confuso
para que otros oigan con sus ojos, lo que ver se puede con oídos.
El poeta, el bardo, el funesto escribiente de sucesos…el olvidado,
el copista de historias pasajeras, el breve comediante de sus noches negras…
el equilibrista evasor de las sonrisas, el nuevamente y siempre olvidado,
ha decidido culminar sus letras, porque siente necesario.
Las palabras sobran cuando la intención es acto,
la razón es fuerza cuando la lucha es ciencia.
L. f. Nikho
AGO 23 /2011
A Marx
La tierra te parió para decir verdades
en el único encuentro con el cielo;
y sin más razón que el miedo de aceptarlo
algunos hombres de odio se llenaron.
La vil justicia inventada por aquellos
de hereje y vándalo tu nombre en sentencia concluyeron
pero cimientos sólidos son tus pensamientos
y heridas graves cuando van al hecho.
Tu pueblo engendrado de los oprobios
aquí todavía lucha en afrenta decidida y justa,
y a pesar de la carne herida, del cansancio infinito que lo abruma
hay más poder en la razón del cambio,
que en el hastiado perverso de los amos.
Entendiste el fruto alterable de la tierra
y la sociedad que como fruto y universo es transformable,
le diste armas al labriego y al obrero
y sembraste amargos en los falsos dueños;
contaste la historia en nueva prosa
y al fin los oprimidos la entendieron
pues ya no era el camino de lo incierto
sino la autopista para realizar los sueños.
Sea pues el proletario y el hombre de los campos
mejor testigo y artífice de cambios,
y algún día, de los días por vivir
que sólo el triunfo en igualdades constituya
el mundo nuevo sin ser efímero ni eterno.
L. f. Nikho
MAY 05 /20012
Sigo en el Exilio
Sigo en el exilio;
el tiempo no me olvida y es inexorable,
desgreño los cabellos ennegrecidos de la noche
mientras el silencio me araña lentamente;
invoco a los santos en los que no suelo creer para ver si existen y logran el milagro.
El oprobio del mundo guarda en sus dolores
a los niños tristes, y a sus madres congojadas.
Así pasan las horas
y me pasan encima,
me arrugan la piel y desgajan las manos;
en cuajos de lágrimas que no quieren brotar
mi melancolía es una coleccionista de dolores y mi alegría,
una puta de ausencias certeras que se ofrecen
y yo el mejor postor que las acepta.
Y sigo en el exilio de mi mundo interno
acomodando las ideas
y deteniendo el ansia de querer volver.
Mientras afuera la opresión espera
y yo como idiota triste
intentando remediar la ausencia.
L. F. Nikho
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