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Prólogo

He venido escribiendo desde los once años (que digo escribiendo,-intentando escribir-.).  Sobre mi historia se ciernen impetuosos los recuerdos y sobre ellos se cierne mi melancolía, mis realidades pasadas y las de ahora que tienen en común el hecho funesto de una vida tergiversada,  vilipendiada y ofendida, se abniegan a concebir el fruto de mis pensamientos y mis manos, a esta serie de cuentos que son un poco de verdad, y un poco de mentira.

Durante el “eterno” aparente de mi existencia, he conocido a tanta gente,  que se han borrado de mi memoria muchos nombres, muchos rostros, muchas pasiones, muchas desdichas, en fin, mucho de todo.  Tal vez hoy soy menos díscolo y más frío, razón por la que he querido contar a través de mis propias palabras, y mi propio modo de escribir, cosas que suceden y que son cotidianas; que pasan desapercibidas por hacer parte de la rutina que nos enfrasca en la capacidad de la indiferencia.

Y he aquí el fruto de lo que queda de mi memoria.  Los nombres rebuscados y los que aun recuerdo; los lugares que alguna vez he recorrido; las noches inclementes del invierno frío que he soportado en soledad; los personajes posibles de cualquier realidad posible; las graves injusticias tan ignoradas por unos y por todos; el nombre oculto detrás de unas cuantas letras que apenas puede con el peso de sus propios problemas.

Deambulan densos y perdidos en mis letras, los fantasmas olvidados que yo quise rescatar: cualquiera puede ser Emilia, Maximiliano, Sofía, Toñito,  “El Tuerto”,  y hasta yo.  Cualquiera puede conjugar y utilizar los adjetivos de la fatalidad para hacer añadiduras de esta historia; cualquiera puede decidirse a hacer un intento de protagonista en las situaciones funestas que aquí expongo con esmero.

 

Quien se decida a leer estos cuentos, no espere más que paisajes siniestros, calamidad y desespero; pues no es mi intención regocijar el pensamiento con cuentos que produzcan risa.  Soy un hombre que ríe poco, y es casi obvio, que no pretenda hacer reír. 

Tened (señora o señor lector), la acertada gentileza de desechar esta lectura antes de iniciarla, si lo que queréis es hallar un mundo de hadas que yo no os puedo dar.  Tened sentido común y no critiquéis un contenido que ya está advertido: sólo es enmarcado por la fatalidad.

 

Me sentiré honrado si al menos una sola persona termina de leer toda esta concatenación de palabras; para mí es suficiente que tan sólo un puñado de los que conozco, puedan atreverse a dedicarle un poco de su tiempo a mis letras fecundadas desde la tristeza, desde el árido que mi soledad abarca, desde la inquietante búsqueda de lo que ya me parece incierto.

Me quedo expectante ante la opinión de mis camaradas, mis contertulios y cualquiera.

 

 

Jueves 17 de marzo de 2011

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