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Sobre una Historia que Continúa

Bajo la mirada secreta del sitio en el que habito, me reencuentro con la palabra escrita y a usanza de pensar en voz alta, casi que soy un actor cómico que se ríe de sí mismo; de hecho, para poder escribir una obra teatral, no sólo me han bastado la imaginación, la investigación y los hechos sino, también, trato de hacer monólogos de cada escena que me van poniendo en el camino de lo que quiero lograr.

 

Afortunadamente el hecho teatral es consumado por los actores, y no por mí que soy un tímido irremediable que se asusta del aplauso y que prefiere el detrás de las bambalinas.

 

Me es más grato cuando veo la acción desarrollada a plenitud de una de mis obras por parte de quienes representan.  Es que tal vez me gusta la ironía: ese sabor de cansancio de cada ensayo, ese empezar e ir hilando lo que luego el espectador definirá como bueno o malo, como lo que sea.  De todas formas, se siente agradable que lo que empezó como una pequeña idea esbozada con trazos rápidos, después sea algo a lo que se le pueda llamar "Obra".

 

Casi siempre me gusta lo que escribo -incluso si es malo-; pues escribir mal empuja a hacer mejor las cosas y testifica que somos dialécticos hasta para ser ambiguos; maduramos con el tiempo y nos hacemos viejos creando cosas nuevas.  Así es esto, así es el teatro: ese gran arte de las tablas y las bambalinas que alguna vez odié y que hoy, paradógicamente, dignifico como una de las expresiones artísticas de mayor valía en la lucha social.

 

Los dejo pues con mis obras...

 

 

 

 

 

ESCUCHAR/PAUSAR TEMA

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